Cuando
él perdidamente borracho la cercó entre las cuatro
paredes de su habitación, puso sus asquerosas manos
sobre ella y como siempre, la golpeó y
la desgarró y la taladró, violándola reiteradamente.
Tenía la certeza que continuaría callando y se durmió tranquilamente; sabía que esta nueva vejación también quedaría impune.
Ella quedó extenuada. Destruida.
Eran muchas las veces en que se sintió obligada a callar, pero esta vez dijo ¡BASTA!.
Tenía la certeza que continuaría callando y se durmió tranquilamente; sabía que esta nueva vejación también quedaría impune.
Ella quedó extenuada. Destruida.
Eran muchas las veces en que se sintió obligada a callar, pero esta vez dijo ¡BASTA!.
Juntó
fuerza sobrehumana y de un solo
golpe lo mató.
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Con la mirada perdida
en el más profundo de los abismos
se dejó trasladar en un patrullero sin ninguna resistencia. Los policías sumaban a la
situación un dolor diferente. Un dolor sin dolor, lacerante...largo... interminable... y sus comentarios
burdos, irrespetuosos, chabacanos
que hacían sobre ella no la herían ya.
En la enorme celda
severa y fría de la comisaría, donde
su único mobiliario era una grosera cama de cemento
y un sórdido excusado sin puertas, pasó la noche más solitaria y dura que nunca.
El olor a orines y la presencia de cientos de
cucarachas eran una sola mezcla
nauseabunda de las peores de las miserias,
únicos compañeros de su absoluto desamparo;
pero a ella parecía no importarle.
Seguía con la mirada fija, perdida quien sabe dónde y solo se permitió reaccionar cuando a los empujones, fue llevada a una sala donde un policía se colocó un guante de látex…
Seguía con la mirada fija, perdida quien sabe dónde y solo se permitió reaccionar cuando a los empujones, fue llevada a una sala donde un policía se colocó un guante de látex…
Esa
visión la sacó de sí misma y gritó, más bien aulló de terror.
¡Quien sabe que terribles recuerdos la invadieron!...aunque solo le tomaran
sus huellas digitales.
Pasó toda la noche
sin moverse, con las fuertes luces de
las lámparas golpeándole el rostro sin piedad.
Temprano fue trasladada a tribunales y nuevamente regresada tras las rejas en ese sótano maloliente y oscuro hasta declarar ante el juez.
Temprano fue trasladada a tribunales y nuevamente regresada tras las rejas en ese sótano maloliente y oscuro hasta declarar ante el juez.
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Un cubículo del
tamaño de su pañuelo. La puerta de chapa
se cerró exigiéndole, sin respetar su pudor ni su temor, que se desnudara. Revisaron
sus ropas. Le obligaron a abrir su vagina y su ano y con una larga vara revisaron sus calzones
ensangrentados.
La humillación que
sintió fue extrema pero ese dolor sin
dolor, no dolía ya.
Comprendió que la justicia la violaba nuevamente sin la más mínima piedad.
Llegó su turno. El juez la escuchó repetir una y otra vez lo que había leído en el diario la
noche anterior:
“De la piel para adentro empieza mi exclusiva
jurisdicción. Elijo Yo aquello que puede cruzar o no
esa frontera. Soy un estado soberano y las lindes
de mi piel resultan mucho más sagradas que los
confines políticos de cualquier país”.
jurisdicción. Elijo Yo aquello que puede cruzar o no
esa frontera. Soy un estado soberano y las lindes
de mi piel resultan mucho más sagradas que los
confines políticos de cualquier país”.
Y en
los ojos de ese juez, un pequeño atisbo de comprensión pareció darle consuelo.
Y la dejó libre…
¿Libre? ...
¿Libre? ...
Cuando un grito se rompe
(Cristina Leiva - Cris, Lacarancha)
(Cristina Leiva - Cris, Lacarancha)
Malo eres - Bebe
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