Quiso
entibiarse con los primeros rayitos de sol que llegaban con el alba y mostrarse
tal cual era y gritar, gritar tan alto que su voz se escuchara en todos
los confines del universo:
-¡Aquí
estoy, mundo soy yo. Mírame! ¡Soy, Existo, Vivo!
y que su grito la liberara de sus
miedos y que fuera tan potente que pudiera romper las cadenas que sujetaban su
esencia y no le permitían conmoverse con la caricia del pasto verde, fresco y perfumado que hiciera brotar de ella todo el
color y el aroma de las flores silvestres.
Se
asomó tímidamente desde dentro de esos ojos
oscuros e impenetrables dispuesta a sentir su desnudez disfrutando del rocío
matinal cubriéndola como un manto húmedo en primavera, pero sus miedos, una vez
mas, no le permitieron ser.
No
se atrevió a salir. Cerró esa ventana y quedó guardada para siempre en el
fondo de su estuche.
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